¿Cuál es el propósito de nuestra existencia?

Opinión

Ángel Fernando Gutiérrez Paz a,1

a Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Keywords: Propósito, Evidencia, Existencia

La humanidad culturalmente ha estado condicionada por una tendencia a explicar hechos y causas una de ellas es la necesidad de entender la trascendencia de su propia existencia. Es necesario analizar de manera crítica-racional los diferentes enfoques y teorías acerca del significado de la vida. Para realizar este trabajo se utilizó un enfoque hermenéutico que permitió interpretar el fenómeno por etapas. A pesar de que, en el corto plazo, replicadores como los genes expliquen la existencia de organismos complejos como los humanos, en el largo plazo no tienen garantizado su porvenir. Por tanto, para el universo somos intrascendentes, pues el destino es nuestra destrucción.

Introducción

Abordar la existencia inmediatamente requiere remontarse a Kierkegaard (1843), filósofo danés del siglo XIX, que abordó el propósito de la existencia humana y la trascendencia que podría tener el significado de la vida: “Tengo que hallar una verdad para mí, encontrar esa idea por la que quiero vivir y morir” (p.23). Se le considera padre de esta corriente filosófica por sus aportes sobre subjetividad, moralidad, angustia, desesperación y libertad. Por su parte, la metafísica, cuyo objetivo es llegar a la comprensión total del universo, se propone preguntas fundamentales como “¿Por qué hay algo, y no más bien nada?” “¿Por qué estoy en este mundo?”, es decir, esta rama de la filosofía se cuestiona el fundamento de la existencia y la forma en que surgió materia o vida a partir de la simplicidad o de la nada.

a) Un acercamiento a la comprensión de “propósito”

Lo anterior reviste la importancia y la magnitud de este asunto ontológico que se ha abordado desde diferentes disciplinas y paradigmas, tales como la metafísica, la religión, la lógica, la epistemología, etc. Desde el punto de vista de la religión judeocristiana, la vida surge como un designio divino y se alcanza su significado cuando se toma como referencia toda ley o norma que emane de “Dios”. Pero este argumento se desvanece cuando se comprende que en el mundo existen tantas religiones como dialectos. Entonces, ¿a cuál de todos los dioses de las diferentes religiones servimos para asegurar la búsqueda del significado de la vida? ¿Quién de ellos determina nuestro “verdadero” propósito? Cabe destacar que esta perspectiva aparte de ser subjetiva tiende a ser inconclusa, pues no explica cuál es el significado de las diferentes formas de vida. Dado que las plantas no tienen consciencia y los animales la tienen en cierto grado rudimentario, ¿qué propósito tiene su vida, si no pueden seguir conscientemente a un “creador”?

En ese sentido, la corriente filosófica existencialista surge con el objeto de analizar e identificar el origen y el propósito de la vida. Uno de sus precursores, Camus (2015), plantea que la vida no tiene sentido, la existencia es un absurdo y que al universo le es indiferente nuestras preguntas existenciales. Dentro de la misma corriente, el existencialismo ateo afirma que “la existencia precede a la esencia”, esto es, que no hay esencia que determine la naturaleza de existencia humana, sino que el significado de esta viene determinado por las decisiones o por nuestros actos.

b) Evidencia y existencia

La etapa de mayor esplendor de cualquier civilización y el indicador bajo el cual se le puede catalogar como inteligente y avanzada es cuando resuelve el dilema de su propia existencia. Quizá la humanidad esté en deuda con Charles Darwin; su teoría “la selección natural”, propuesta en 1859, dilucidó el mecanismo de evolución que rige la vida y descifró el enigma de nuestra existencia. Demostró mediante el concepto de «lucha por la existencia» que el fin de todo esfuerzo de un ser vivo es la supervivencia y aclaró el uso de dicho concepto. Darwin (1859): “debo advertir ante todo que uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico, que incluye la dependencia de un ser respecto, de otro y -lo que es más importante- incluye no sólo la vida del individuo, sino también el éxito al dejar descendencia” (p. 133). Es decir, todo esfuerzo o acción de un ser vivo debe de ir en aras de garantizar su propia subsistencia y la de sus descendientes en el medio bajo el cual fue puesto. Consecuentemente, la selección natural garantizará su accionar y predominarán los organismos que mejor se adapten al cambio.

Durante varios años se generó el debate entre biólogos sobre el accionar de la selección natural. Unos creían que se daba a nivel del organismo; otros, que era a nivel de genes. A consecuencias de ello, Dawkins (1993) propuso que la selección actuaba en los rasgos que determinan los genes. Para este autor, los organismos solo somos máquinas creadas con el propósito de servir a nuestros genes. Los organismos son efímeros. Los genes no son destruidos por el entrecruzamiento; se limitan a cambiar de compañeros y seguir adelante. Ellos son los verdaderos replicadores y nosotros sus vehículos autómatas programados.

Entonces, ¿qué devenir espera a los seres vivos? Si nuestro propósito de vida ya se codificó en nuestro ADN a través de los genes. Como organismos, nos creemos independientes y libres, pero nuestra realidad resulta ser un engaño, pues sobrevivimos para responder a intereses ajenos a los que perseguimos conscientemente. Inclusive, nuestros genes se vuelven efímeros a largo plazo, como explica Dawkins (1993).

A medida pasan las generaciones la contribución de tus genes es dividida en dos. No pasa mucho tiempo sin que alcance proporciones insignificantes. Nuestros genes pueden ser inmortales, pero la colección de genes que forma a cada uno de nosotros está destinada a desintegrarse hasta desaparecer (Dawkins, 1993).

Con relación a lo anterior, desde una visión científica, Hawking (2018) propone que el cosmos, así como la materia y seres vivos que lo habitamos, se rigen por la segunda ley termodinámica. Dicha ley establece que el grado de desorden o la entropía en un sistema aumentan con el tiempo; por consiguiente, el universo tiende a comportarse caóticamente y forja su propia destrucción. De igual forma, mediante esta ley se explican fenómenos naturales como el envejecimiento o la muerte.

Conclusión

Desde antaño, el humano al ser racional ha tenido la predisposición de buscar respuestas de la realidad, impulsado por la necesidad de encontrar un significado al enigma de su existencia. A pesar de que en el corto plazo la teoría de la selección natural explica el sentido de la existencia de replicadores como los genes, a la larga, hasta los genes no tienen garantizado su porvenir. Por lo tanto, somos intrascendentes en términos de tiempo para el universo, porque estamos destinados a desparecer con él, pero también lo somos en términos de espacio, ya que habitamos uno de los millones de galaxias que lo conforman.

El Homo sapiens evolucionó hace 500 mil años de un antecesor primate llamado el Homo erectus. De esa manera, se consolidó la aparición del ser humano en la Tierra. En cambio, el universo tiene aproximadamente 13 mil millones de años. La vida humana representa tan sólo el 0.004% del tiempo desde la creación del Cosmos. ¿Por qué la vida “consciente” sólo ha habitado una milésima parte desde la aparición del universo? ¿Cuál ha sido la razón del porqué el universo no ha precipitado la aparición de vida inteligente en un lapso más relevante? ¿Por qué los seres “conscientes” son incapaces de frenar problemas como la sobrepoblación, los desastres nucleares, el daño al medioambiente? Probablemente, al universo le es indiferente nuestra existencia y no procura conocerse a sí mismo por medio de nuestra consciencia. La evolución no ha sido selectiva con la inteligencia ni la consciencia. Eso explica por qué, de millones de especies, somos la única “consciente”. Si la humanidad apunta hacia el futuro, la tierra pronto se volverá inhóspita y seguramente el sol colapsará calentándose tanto que engullirá la propia tierra. Por lo tanto, como humanos creemos que el universo debería responder a nuestros intereses, pero nuestro único destino es la destrucción.

Conflictos de interés

El autor declara no tener ningún conflicto de interés.

Contribución de los autores

AFGP desarrolló en su totalidad la opinión presentada anteriormente.

Referencias bibliográficas

Darwin, C. (1859). El origen de las especies. Penguin Random House.

Dawkins, R. (1993). El gen egoísta. Salvat Editores, S.A.

Hawking, S. (2018). Breves respuestas a las grandes preguntas. Crítica.

Kierkegaard S. (1845). Temor y temblor. Editorial Titivillus.

Camus, A. (2015). El mito de Sísifo. Losada.

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Ángel Fernando Gutiérrez Paz a,1

a Universidad Nacional de La Plata, Argentina

1 Autor corresponsal: E-mail: angelpaz_96@yahoo.com © 2023 Autores. Este es un artículo de acceso abierto publicado por UNITEC bajo la licencia http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0